Hoy os traemos un tema que nos encanta: perdonarse a uno mismo. En este artículo queremos hablar de uno de los actos de autocompasión y autocuidado que más nos cuesta a todos/as. Debido a lo imperfectos que somos, tendemos a equivocarnos, meter la pata y cometer un montón de errores, y así aprendemos, claro está. Pero, ¿cómo podemos sobrevivir a ello?¿cómo guardar el látigo cuando lo hacemos? Quédate en este post si quieres saber más sobre ello.
¿Qué es el perdón a uno mismo?
El perdón a uno mismo se ha definido como el deseo de abandonar el auto-resentimiento ante el reconocimiento de que uno ha cometido un error objetivo, fomentando la compasión, la generosidad o el amor hacia sí mismo.
Se trata de un ejercicio personal que se relaciona directamente con un indicador de salud mental, de bienestar psicológico. Sin embargo, resulta muy difícil pues implica que uno mismo es ofensor y víctima, y debe alcanzar el perdón y la reconciliación consigo mismo.
La persona que ofende puede tener tres reacciones:
- Evitar la responsabilidad, ya sea culpando al exterior o justificando sus acciones. Esta persona intenta minimizar o eliminar su emoción cambiando su forma de sentir hacia lo sucedido. Un ejemplo de ello son las personas narcisistas, que pueden culpar al exterior (culpa al contexto, a un tercero o a su propia víctima) o justificar sus acciones (lo hago porque te quiero).
- Culpabilizarse en exceso o autocondenarse. Estas personas, quizás las que más encontramos en la práctica clínica, internalizan la culpa, por lo que sufren niveles muy elevados de culpa, vergüenza o deseos de autocastigarse. Esto, por desgracia, no les lleva a responsabilizarse o cambiar, sino que les conducen a estados depresivos y facilitan que aparezca la rumiación negativa.
- Asumir el daño provocado y procurar una restauración compensativa. Sólo con esto podremos alcanzar el autoperdón genuino pues se reconoce la culpa, el valor de la víctima, se experimentan las emociones negativas asociadas, se encara la ofensa, se procura enmendar el daño y, durante este proceso, se recupera su imagen como buena persona, es decir, se perdona a sí mismo. Esta reacción está centrada en enfrentar el problema y alcanzar un cambio.
¿Qué es el perdón genuino entonces?
Un proceso en el que la persona:
- Acepta la responsabilidad de sus actos y del daño a la víctima.
- Expresa remordimiento y las emociones negativas correspondientes, mientras reduce la vergüenza y la culpa.
- Se implica en la restauración realizando conductas reparadoras, cambia los patrones de conducta que le llevaron a la ofensa y vuelve a comprometerse con sus valores.
- Alcanza un renovado autorespeto, autocompasión y autoaceptación, consiguiendo en todo el proceso un crecimiento moral.
Concluimos entonces que, para alcanzar el perdón a uno mismo, debemos reconocer nuestra responsabilidad sin estancarnos en la culpa, procurar compensar el daño y hacer un cambio en nuestro comportamiento. Pero va ser inalcanzable si no nos vemos como una persona que merece ser perdonada.
Referencias:
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